viernes, 1 de febrero de 2008


Al estar todo el tiempo percibiendo alrededores, una vez situándome donde decido lo cotidiano, aprovecho al máximo las virtudes de la sensibilidad a la luz de día de la cámara fotográfica, dependiendo del lugar y la posición del sol.

Encuadro pedazos de ese entorno, lugares fijos o móviles, de cerca o de más cerca, usando mi cuerpo para moderar la luz, huyendo o siendo parte del reflejo sobre la superficie a capturar, superficies de cuerpos con figuras evidentes, texturas gritonas y colores chillantes escondidos y a la vista.

La manera es salir a la calle a patrullar, listo, cacería de texturas, formas, obras anónimas siempre en producción, siempre renovándose. Diminutos paisajes y mezclas de colores plasmadas por modestos artistas sin rostro, autores desconocidos, van dejando su obra para yo verla al pasar y los felicite en silencio, sin dejarme otra opción algunas veces, de dar media vuelta y robar un pedazo de la pieza y esconderlo en mi cámara. Así como la realidad prescinde de efectos especiales, los colores y formas en las fotografías no necesitan ya de manipulación, fueron hechas para capturarse y exhibirse tal y como fueron creadas.

‘’…ahí están, todo el tiempo, no saben, sólo están, sólo son, no importa la hora, se juntan y se mezclan se encuadran, se componen, con mucho disimulo se paran en mi camino, ahí a un lado, en silencio gritan y llaman la atención de mi distracción, y luego, después de un rato, se van y no volvemos a saber de su existencia nunca más. Lo suponemos, estamos seguros de ello, luego lo olvidamos y al día siguiente, ahí están, todo el tiempo…’’

Marcelo Hernández Leal aka Palomino Molero, 2008